Posiblemente sea lícito preguntarse sobre la verdadera utilidad de nuestros sentidos. No hay duda de que gracias a ellos podemos recoger información con la que enriquecemos el bagaje cognoscitivo de nuestra mente, y de esta forma nos está permitido ampliar las múltiples posibilidades de que dispone nuestro órgano cerebral para procesar información, y con esta elaborar una creatividad propia.
Pero, ¿cuál es la calidad de la información a la que accedemos por medio de nuestros sentidos?, debemos meditar la respuesta a esta pregunta. La Relatividad General por un lado, y la Mecánica Cuántica por otro, nos han enseñado la falsedad objetiva que se esconde dentro de la interpretación de nuestras observaciones, observaciones adquiridas por medio de nuestros sentidos, y que tanto en el estudio del macrocosmos como del microcosmos nos llevan a suposiciones equivocadas sí prescindimos de la abstracción matemática.
En "LA VERDAD DE GIORDANO" se tratan de forma detenida aspectos del macrocosmos, que al ser pasados por el cedazo de la Relatividad General, contradicen muchas de las suposiciones que de forma apriorística serían previsibles por el "sentido común". Es precisamente este sentido común, que no es otra cosa que la experiencia de nuestros sentidos, el que pierde todo su valor interpretativo al utilizarlo para extrapolar experiencias acumuladas en nuestro entorno a medios exóticos sometidos a condiciones extrañas para nuestros sentidos.
Y sí dejamos el macrocosmos para introducirnos en el microcosmos, entonces la Mecánica Cuántica nos enseña que, así como lo muy grande se desarrollaba en un hiperespacio de cuatro dimensiones basado en el concepto del "espacio-tiempo", lo muy pequeño se enrolla en un hiperespacio mucho más denso en donde, según las nuevas teorías de cuerdas y de supersimetría, el número de dimensiones puede ser de diez ó incluso rebasar este número. De todo esto deducimos que, la base de esta deformación en las mediciones de las magnitudes físicas, debe de estar en la pretensión errónea de utilizar patrones de medida concebidos en nuestro propio entorno de tres dimensiones para realizar cuantificaciones de entes localizados en espacios de más densidad dimensional.
John Gribbin, en su ensayo "EN BUSCA DE SUSY" citando a Paul Davies recoge una frase de este último en donde llega a afirmar que "las partículas no existen". Esta frase pierde toda su extravagancia inicial sí guiados por las enseñanzas de la Mecánica Cuántica admitimos la indeterminación de cualquier tipo de medida llevada a cabo sobre los componentes del microcosmos. Cierto, el microcosmos está ahí, pero esta existencia es admisible en tanto en cuanto no deseemos verificarla, ya que de llevar a cabo el oportuno proceso de medición para comprobar su existencia y características,sus propiedades inherentes quedarían difuminadas, a tal punto que cuanto más seguros pretendamos estar de la misma, más dudas acumularemos sobre su propia realidad.
No creo que sea casualidad que estudiando el macrocosmos, se acabe ineludiblemente investigando las propiedades del microcosmos, quizás en definitiva, no son conceptos distintos y comparten la misma estructura dimensional, y es el hombre el que los discrimina al deformarlos con su limitada mente tridimensional. Y sí por el contrario sólo es un problema de escala, ¿qué somos nosotros, cuyos componentes más primordiales, los "quarks", son entidades indeterminadas? ó ¿cuál es nuestra trascendencia en un universo cuyos límites se nos seguirán mostrando por siempre inaccesibles?
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