No, no es que un vicio haya de ser algo intrínsecamente espúreo, lo que de verdad me parece que puede caracterizar de una forma más exacta esta debilidad humana, es lo que en sí mismo llega a representar como inclinación morbosa a la reincidencia, incluso cuando se de una circunstancia de acontecimientos pretéritos que demuestren de manera más que nítida el error que ha significado el seguimiento de la actitud reincidente.
Pués bien, esto viene a cuento en el momento que una reflexión sobre la historia de la Humanidad nos lleva a la realización de que ha sido el gran pecado de la soberbia, y en proporción enormemente más dilatada que cualquier otro, el que de forma constante ha acompañado al ser humano.
La soberbia se manifiesta de las formas más variadas y sútiles que uno mismo pueda llegar a imaginar, mostrando una llamativa ubicuidad en múltiples de las facetas humanas, incluso en aquellas que, como la religión y la ciencia, deberían, en principio, ser las más alejadas de la contaminación transmitida por el virus egocéntrico. Y así, dentro de esta última, y en concreto en el campo de la Cosmología, podemos observar con suma facilidad como el hombre, desde los albores de su propia historia como animal racional, ha estado permanentemente autocolocándose en el centro del Universo. Esta actitud, iniciada con un egocentrismo paradisíaco, se trasladó con posterioridad al geocentrismo clásico, pasando en sucesivas etapas por el heliocentrismo, contemplado este como un referente cósmico-solar y no, por supuesto, como una realidad planetaria, galacentrismo, con una Vía Láctea abarcando la totalidad del Universo, y en definitiva, llegando a la actitud más comunmente establecida en la actualidad de otorgar al Univer
so conocido una característica de exclusividad, que le transforma en el único protagonista de teorías avanzadas que, dados sus peculiares planteamientos, deberían, a mi entender, ser más abiertas en cuanto a la posibilidad, racionalmente conjeturada, de una multiplicidad de Universos.
Afortunadamente, cada día se están dando a conocer más teorías acerca de una posible realidad cósmica que esté fundamentada en una variedad de Universos. Así la hipótesis de la inflación, desarrollada por Guth y Linde, con la ídea de dar una explicación satisfactoria a las heterogeneidades locales detectadas a partir del Big Bang, acaba planteando la posibilidad de múltiples procesos de índole inflacionario actuando como generadores de nuevos universos. Pero, ¿qué decir de los Agujeros de Gusano conjeturados por Wheeler? como puentes reales entre diversos universos, y no sólo entre distintos entornos espacio-temporales de uno mismo.
Ervin Laszlo, en su obra "El Universo In-Formado" nos habla de un Metaverso, en que basándose en un concepto temporal, plantea la posibilidad real de un patrón universal que, establecido en una dimensión atemporal, de cabida a la infinidad de universos con su propia historia de nacimiento, evolución y muerte.
El mismo Ludwig Boltzmann argumentó en sus trabajos sobre termodinámica la viabilidad de universos parciales que representaran sistemas abiertos en donde la variación entrópica podría ser negativa, excluyendo así el destino fatal de muerte térmica en un único universo en donde se cumpliera de manera inexorable el segundo principio de la termodinámica.
Yo personalmente, he recurrido a la palabra que da título al presente artículo, queriendo representar con ella la realidad de un ente pluriuniversal, que situado fuera de una estrctura espacial con dimensionalidad indefinida, acoja a todo tipo de universos.
Quisiera ahora, aprovechar para hacer un comentario sobre el actual debate centrado sobre la densidad crítica del Universo que nos contiene y su consecuencia lógica de expansión-contracción. Parece que las últimas observaciones astrofísicas indican una actual expansión del Universo visible, y de aquí se pueden leer algunas conclusiones sobre un Universo abieto en donde el campo gravitatorio será impotente para iniciar en el futuro un éon contractivo hacia un Big Crunch, pero sobre esto, se puede argumentar lo siguiente:
a) Una expansión actual no presupone en absoluto su continuidad en el tiempo.
b) La expansión se observa en el Universo conocido, es decir, dentro del horizonte cósmico, y no nos dice nada de la dinámica de la parte del Universo que se encuentra más allá de esta frontera y que, casi con toda seguridad, tiene unas dimensiones mucho más dilatadas que aquél.
c) En el caso de que, como yo creo, nuestro Universo sea pulsante, a sus habitantes nunca les sería dada la observación directa de la contracción, ya que cuando esta comenzara, el contacto visual, dada la finitud de la velocidad de la luz, aún estaría contemplando la fase expansiva, y cuando el horizonte cósmico quedara identificado con la totalida volumétrica del Universo, instante en que comenzaría el período contractivo, la realidad de los observadores se encontraría en el punto omega de su evolución con una velocidad de la luz nula y una dilatación temporal infinita, es decir, estarían en el Agujero Negro de su propio Big Crunch.
d) Aún quedan por resolver determinaciones sobre materia y energía oscura, que podrían dar un aporte másico suficiente para "cerrar" el Universo.
Volviendo ahora al inicio del presente artículo, hay que decir que aún hoy día se maneja de forma insistente el "Principio Antrópico", que para mí no es otra cosa que un antropocentrismo actualizado, para explicar la existencia de vida inteligente en nuestro planeta. El fundamento capital de este principio es que, dada la exquisita exactitud de constantes universales como la "constante de estructura fina", "constante de Planck", "constante de gravitación", etc., cuyos valores son necesarios para la aparición y evolución de procesos biológicos, además de extrañas y curiosas casualidades numéricas, com la identidad encontrada por P. Dirac entre el radio del electrón y el del Universo conocido, por un lado, y la atracción gravitatoria y electromagnética entre electrón y protón, por otro; la aparición de vida tendría una probabilidad prácticamente nula a priori, ó en otras palabras, nosotros somos el resultado de un acontecimiento inverosimil que, como tal, sería imposible de que volviera a repetirse. Cabe citar
que, de acuerdo a Roger Penrose, la probabilidad de que se desarrolle nuestro Universo entre todas las posibilidades sería de 10E(-10123).
Frente a los "antrópicos", se encuentra otro grupo, que llevado por una ingenua esperanza y por un horror casi paranoide a la soledad cósmica, han impulsado el programa SETI para la búsqueda, no de procesos biológicos, sino más difícil todavía, de vida inteligente fuera de la Tierra.
Bien, hay que decir que estos dos criterios tiene fundamento, no sé sí más racional que intuitivo, basado en el constante instinto de soberbia humano que no le ha abandonado durante toda su historia. Pero frente a estas posturas hay otra que puede llegar a explicar de una forma mucho más simple y lógica, no únicamente la aparición de procesos biológicos, sino también la vida inteligente en cualquier nivel de evolución que se imagine, y para ello no hay más que tener la valentía que en su día tuvieron personalidades como Nicolás Copérnico ó Giordano Bruno, de eliminar el resabio antropocentrista y postular la infinidad de Universos, pués así será esta misma infinidad la que pueda albergar capacidad suficiente para disponer de todo tipo de condiciones, entre las cuales siempre habrá algunas que nos lleven a la aparición de Universos como el nuestro, ó con otro tipo de física que, sin embargo, produzca realidades tan fantásticas como las que se nos han dado observar en nuestro planeta, ó incluso las supere en as
pectos inimaginables.
La vida no es, por tanto, una singularidad, cuya aparición en el Cosmos es fruto de la conjunción de un cúmulo de circunstancias altamente improbables, sino que tiene la capacidad de surgir y desarrollarse por doquier en un Megaverso sin límites dimensionales.
Emulando a Einstein, podemos afirmar que con el Megaverso dejamos los dados y cogemos la baraja, pero con las cartas marcadas.