MEDIDAS EN EL UNIVERSO

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En artículos anteriores ya he tenido ocasión de comentar algunas de las peculiaridades del tiempo y el espacio cuando estas entidades físicas se extraen de su entorno habitual y se introducen en un medio, cuya estructura no es en absoluto una mera extensión de áquel, sino que, por el contrario, nos hace sospechar que nuestro ámbito terrestre no es más que una pobre simplificación de la generalidad representada en el universo que lo contiene. Asimismo, se ha tratado de la más que probable variación de las denominadas constantes universales, cuyo valor a lo largo de los eones cósmicos podría haber experimentado cambios sustanciales, haciendo que nuestra física, es decir la de ahora, no tenga mucho que ver con la física en las cercanías del "Big Bang" ni en las proximidades del "Big Crunch".

Pues bien, sí lo que se ha comentado en el párrafo anterior habría que relacionarlo, al menos de forma intuitiva, con una concepción cósmica, en el sentido de comparar un continente con un contenido y deducir de ello la falsedad de extrapolar todo el cuerpo de los conocimientos físicos desde el segundo al primero, habrá que reflexionar sobre sí esta inconstancia de las "leyes de la física" aparece igualmente "ahora", cuando tratamos de comparar mediciones del Macrocosmos (universo), el Cosmos (hombre) y el Microcosmos (entorno subatómico).

Ciertamente, al igual que el "espacio-tiempo" ha acabado con la concepción absoluta del "espacio" y del "tiempo", ahora nos encontramos con una patente discontinuidad entre las mediciones de los tres entornos citados arriba, discontinuidad que en ningún modo se encuentra relacionada con las diferencias entre los órdenes de magnitud de los mismos, pues radica en una base más profunda. En efecto, las dos grandes revoluciones de la física en el siglo XX, Relatividad y Mecánica Cuántica, han servido, entre otras muchas cosas, para establecer un marcado desajuste entre la física de lo muy grande, la física de lo muy pequeño, y la física de lo intermedio, que sería la que utilizamos habitualmente, es decir, la de andar por casa.

Sin duda esta situación es molesta, se destila un tufo de artificiosidad, cuando no de falsedad, en el momento que, según el ámbito que defina el objeto de estudio hemos de recurrir a una u otra teoría, que además no muestran una interconexión firme. Sin embargo, la relación entre la física relativista y la física clásica ya fué establecida por el mismo Einstein, cosa que incluso a él mismo le proporcionó un cierto optimismo para emprender la terea de la unificación de la física. Pero este insigne científico, como tantos otros que le han sucedido, fracasó en su consecución. El motivo de este fracaso ha surgido de la, hasta ahora, aparente incompatibilidad entre la gravedad y las otras tres fuerzas fundamentales (nuclear fuerte, nuclear débil y electromagnética), cuya unificación ya fué conseguida. La razón fundamental de que la gravedad haya sido el impedimento para conseguir la Gran Unificación es la enormemente pequeña intensidad de la misma en comparación con las otras tres.

En los últimos años se han venido desarrollando diversas teorías, como Cuerdas, TGU (Gran Unificación), etc., que sí bien han aportado logros importantes al desarrollo de la física, no han conseguido, hasta la fecha, llegar a la meta perseguida. Parece que la solución, en el caso de que esta finalmente se logre, vendrá de la mano de la Gravedad Cuántica.

Personalmente pienso que la Gravedad Cuántica, sí más no, al menos tiene un planteamiento prometedor. Imaginemos por un momento un electrón con la masa de un billón de soles, no hay duda de que dada la presencia de un elemento de estas características, la fuerza gravitatoria alcanzaría órdenes de magnitud del mismo nivel que las otras tres, y esta situación dejaría el camino expedito para la Gran Unificación. Pero un electrón de las características citadas es, en sí mismo, un Agujero Negro, lo que me lleva a sospechar que, una vez más, estos entes astronómicos representan la caja fuerte donde el Universo esconde sus más preciados secretos. ¿Podrá el hombre desvelar los mismos desde este lado del Horizonte de Sucesos haciendo valer su inteligencia, al igual que Le Verrier predijo la existencia de Neptuno sin haber llegado a observarlo, ó por el contrario, el único camino válido es atravesar áquel, en cuyo caso, tendremos que empezar a sospechar que la evolución del pensamiento humano ha encontrado una barrera, sólo abordable para algunos por medio del misticismo?

8.2.03

aperegrin@wanadoo.es